LA SOLEDAD, ETERNA COMPAÑERA DE MI ALMA


La felicidad es un estado de tu ser interior.
El aprender a convivir con tu soledad, amarla, apreciarla y desearla es algo  a lo que nos tenemos que enfrentar.
Estar tan bien consigo misma en soledad. Amar cada minuto en que disponemos de ella, no verla como una enemiga sino como una aliada. Cuando se aprende a convivir con ella, se da una cuenta de lo afortunada que es.
A menudo añoramos instantes de paz, de regocijo interior,  para encontrarnos con nosotros mismos.
El aprender a estar en soledad es lo que hace la diferencia.
El problema es cuando la soledad es eterna y es tu estado natural.  Todos necesitamos afecto,  ser abrazados, besados y amados. El que diga que puede vivir sin afecto está mintiendo.
¿Cuántos  tendremos hambre de amor, de caricias, de dulzura, de un sentirse acompañado, de una mano amiga que te sostenga en el momento en que más lo necesitas?
Somos huérfanos de afecto que mendigamos a través  de innumerables gestos amigables de comprensión.
Casi nunca  lo reconocemos  porque no queremos enfrentar nuestra realidad, o nos averguenza que los demás la conozcan y nos tengan compasión.
Pero es nuestra  verdad. No se puede tapar el sol con un dedo, fingir que no pasa nada, cuando nuestras carencias afectivas crecen cada día más, llega un momento en que nos pasa factura.
El dolor del alma, la tristeza profunda, la añoranza de una caricia y un beso de amor.
Podremos estar rodeados de miles de personas, pero en nuestro corazón no haber nadie, así que la soledad no es cuestión de vivir solo, sino que es un estado del alma.Sin importar edad, estado ni condición.

Es la soledad , es la pena honda y certera.
Mi pernne compañera,
amiga entrañable de mi alma,
de mis días, mis noches, mis lunas,
mis encantos y desencantos.
Es la herida abierta  que no cierra,
es la agonía eterna de mi alma.
Mi alma llora a mares,
no acepta esta desventura,
esta congoja que me embarga,
este dolor punzante que me mata.
La soledad del alma.
sola conmigo misma,
solo con Dios.

Autora:
Lucía Uozumi.
Todos los derechos de autor, reservados.




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