No
sentí mariposas amarillas en mi estómago, las percibí en mi pecho. Sentí que
mi vida se iba si no sabía de ti.
Quería constatar como veía la vida una persona que había sido confrontada con su final,
alguien a quién sus días habían sido vaticinados y medidos.
Anhelo retroceder en el tiempo, como cuando desconocía que carecía de él, ése que
ahora pides:
«Dejemos
que el tiempo acomode todo en su lugar», dijiste.
Tal vez
entonces sea demasiado tarde para rectificar, para amar, para intentarlo, para perdonar, para abrir el corazón; para comprender que lo malgastamos en rencillas,
alejamientos, en odios, rencores, en malentendidos, en luchas de ego y de
poder.
La vida no siempre ofrece segundas oportunidades; a veces no se puede recapitular. Mi alma llora por ti y por mí, por lo que perdimos, por lo que no pudo ser.
Lucía Uozumi
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