El presente microrelato fue escrito para participar en el concurso: Microfantasy, organizado por el Circulo de Escritores.
El
viento aullaba como una jauría de fieras salvajes y el frío rompía sus carnes entradas en años.
Tras
intentos fallidos la tenue llama de la lámpara de keroseno iluminó el recinto. Avivó la chimenea, se recostó y segundos después
se quedó dormido.
Un
quejido lastimero lo sobresaltó.
—Ayuda...
Alarmado,
se dirigió a la puerta y buscó el origen de los lamentos.
Con
cuidado, tomó la minúscula criatura y la depositó en un cojín; la frente le
ardía y estaba inconsciente.
Secó sus cabellos empapados y la cubrió con mantas. Preparó un brebaje pastoso y
amargo que le introdujo en la boca.
Tres
días pasaron hasta que por fin abrió los ojos.
Agradecida, desplegó
sus alas casi transparentes, hasta posarse en las manos del anciano.
Miró
sus ojos tristes, leyó su alma y le susurró al oído:
«La luz está en ti, vuela en paz».
Las
cortinas de tela blanca se movieron con suavidad, un leve perfume a rosas
impregnó el ambiente y su breve figura se desvaneció.
El
viejo entró en un extraño sopor, levantó
la vista, entonces, la vio.
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