En los momentos de oscuridad, dolor y abatimiento casi siempre nos desconectamos con nuestro centro; estamos en la periferia que nos impide ver la salida y nuestra conexión con lo divino.
Estás experiencias son necesarias porque nos aportan conocimiento, sabiduría; nos obligan a bucear en nuestro interior, sacar fuerzas de flaqueza, soluciones y alternativas. Alteran nuestro mundo conocido obligándonos a actuar y nos generan nuevos objetivos de vida.
Conocer nuestras sombras y visitar el fondo oscuro es una forma de autoconocimiento y de total aceptación. Nos permite ser empáticos, sensibles y comprender sin juzgar, porque ya hemos experimentado tales vivencias.
Así como el vidrio y los metales deben ser fundidos a altísimas temperaturas para hacerlos maleables, en algún momento somos puestos a prueba con el fin de pulir nuestra alma para que se decante en la mas preciosa joya que somos, y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Conocer nuestras sombras y visitar el fondo oscuro es una forma de autoconocimiento y de total aceptación. Nos permite ser empáticos, sensibles y comprender sin juzgar, porque ya hemos experimentado tales vivencias.
Así como el vidrio y los metales deben ser fundidos a altísimas temperaturas para hacerlos maleables, en algún momento somos puestos a prueba con el fin de pulir nuestra alma para que se decante en la mas preciosa joya que somos, y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
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